MEMORIAS DE LA INTENCIONALIDAD TRASCENDENTE EN JUJUY por Pedro Raúl Noro
de Amigos Parque Yala, el Domingo, 10 de julio de 2011, 4:07
Consideraciones previas
Para hablar del tema que nos interesa, vale una aclaración previa. La memoria es frágil y, más aún, la memoria subjetiva individual sobre el asunto que se va a relatar, que sucedió hace poco menos de 40 años. Largo tiempo dentro del límite de la vida de una persona. Por lo cual, para garantizar, de alguna manera, cierta aproximación a lo realmente sucedido en los breves escritos que se van a leer, vamos a hacer una humilde invocación:
"Oh diosa Mnemosine,/ madre de las nueve musas,/ inspiradora del arte y de lo creativo, / promotora de las ciencias,/ faro de la cultura que los humanos buscan,/ ayúdame a ser fiel e imparcial en el relato …"
Jujuy 1
El Che Guevara fue muerto en Octubre de 1967, en Valle Grande, Bolivia. Ese mismo año y ese mismo mes, unos 500 kilómetros más al sur, en una alejada comarca del norte argentino, concretamente en el paraje rural de El Arenal, cerca de la ciudad de San Pedro de Jujuy, un grupo de 12 jóvenes latinoamericanos –ninguno de ellos mayor de 30 años-, dirigido por Silo, estudiaba el complejo funcionamiento de la conciencia, en una situación de relativo aislamiento.
Tales estudios fueron encarados en una vivienda que, como tarea complementaria, los partícipes construyeron con materiales de la zona, a fin de que les sirviera como ámbito físico. Simultáneamente, se entregaban a un intrincado sistema de ejercitaciones.
En lo que por entonces se denominó Base 1 (el primer retiro de lo que posteriormente fue el Movimiento Humanista), y, entre otras experiencias de autoconocimiento, se efectuaban distinto tipo de ejercicios para testear el funcionamiento de los centros, se exploraban las condiciones y el desarrollo de la percepción, la memoria y, sobre todo, las diferentes características de la atención. Asimismo se planteaban trabajos puntuales referidos a la auto-observación.
El condicionamiento del cuerpo, la influencia del medio sobre el yo y del yo sobre el medio, no estaban alejados de tales propuestas, en el marco de la búsqueda del despertar.
En ocasiones y para celebrar algún tipo de acontecimiento, se realizaban sencillas ceremonias en la humilde sala de estar de la vivienda en cuestión. ¿En qué consistían las ceremonias? Por ejemplo, se vocalizaban, en conjunto, ciertas notas, cuya vibración armonizaba con distintos centros, en un marco de serena atención.
Un día de octubre, el acontecimiento, fue un eclipse total de sol. Algunos jóvenes jujeños, de la capital de la provincia, fueron invitados a participar del evento. Los visitantes informaron a Silo y al grupo, de la muerte del Che Guevara cuya noticia se había difundido por los diarios del día anterior. Silo escuchó la noticia, miró un momento hacia el horizonte y, después de un instante de silencio, se preguntó: -"Han matado el Che?... aquí está naciendo algo nuevo y muy hondo…"
Para dar un contexto histórico, el mayo francés todavía no había sucedido, aunque la rebelión generacional –con sus variopintas manifestaciones- comenzaba a extenderse por toda la tierra. Las creencias en la revolución armada, para parir el "hombre nuevo", se encontraban en la cúspide de su manifestación, mientras el ideal de la no-violencia activa renacía en algunos corazones.
Esa noche, luego de la ceremonia mencionada más arriba, bajo una luna llena que iluminaba con su luz de plata hasta el último recinto del bosque circundante, el Maestro regaló la charla "Accidente y Destino".
Cabe también decir que, posteriormente, esos jóvenes fueron detenidos al ser sindicados, intencionalmente, como guerrilleros. El pretexto era que habían robado algunas herramientas de labranza. Es que el gobierno militar de entonces no aceptaba aquello que no entendía y lo consideraba enemigo. Por supuesto, a los pocos días, fueron dejados en libertad. La casa había sido ametrallada y, durante esa acción, un impertinente oficial dijo algo como "-después de esto, se acabaron…"
Sin darle demasiada importancia a ese bárbaro suceso los jóvenes volvieron al trabajo y luego de completada la etapa correspondiente a tales estudios, se dispersaron hacia los cuatro puntos cardinales llevando los primeros atisbos de un nuevo mensaje a la humanidad: "Hay que salvar al hombre de la venganza…"
Jujuy 2
El 20 de Julio de 1969, el hombre puso su pie en la luna y Silo volvió a Jujuy. Su intención era lanzar una Arenga pública en la localidad de Yala, a unos 14 kilómetros de la ciudad de San Salvador de Jujuy, en la puerta de entrada a la Quebrada de Humahuaca.
El sentido de tal comunicación, estaba relacionado con la reafirmación del claro mensaje ya manifestado en Punta de Vacas, el 4 de Mayo de ese mismo año, pero, en este caso, con un fuerte contenido americanista.
En Jujuy, la cultura andina se encontraba muy arraigada en la conciencia de sus habitantes y la reverencia a la tierra, la Pachamama, era y es una impronta profunda.
Miles de personas se acercaron a verlo y escucharlo, incluyendo unos bailarines indígenas conocidos como los semilantes, pero no pudieron hacerlo porque la policía de la dictadura militar, se lo impidió.
No obstante ello, el Maestro grabó igualmente su mensaje ante unos pocos, en el cual, en una de sus frases sentenció: "América; despierta y levántate ha llegado la hora de tu misión…!" y, más adelante: "a partir de ahora, la historia deberá contar con el Espíritu de América".
Esa misma noche, se refirió al salto espacial que había dado la humanidad en el terreno de la tecnología y lo relacionó con el salto cualitativo de la conciencia que se había producido, perceptualmente, en el techo de la cordillera de los Andes. Era el comienzo de una nueva alianza con lo trascendente. En un lenguaje más enigmático habló también del tema del control del tiempo y de la energía y de muchos otros asuntos.
Como en aquella charla en El Arenal, dos años antes, esa noche la luna llena –horadada por los pies de un hombre- brillaba con inusitado esplendor. Cuando quienes lo acompañaban se fueron a descansar, una suave y profunda alegría inundó el pecho de todos.
Jujuy 3
¿Qué es la intención trascendente? ¿Una fuerza, una energía? ¿Un mandato (espiritual) de lo alto que pugna por manifestarse en el mundo medio, el mundo de los fenómenos materiales? No lo sé. Nadie sabe donde aparece ni porqué. Pero lo que sí se sabe es que, cuando surge, se manifiesta como una presión, un impulso, una suerte de fuego que no quema las manos -una energía de búsqueda que crece desde las vísceras mismas-, y que imprime al alma con la necesidad de una resolución.
En otras palabras es algo que, cuando se encarna, empuja a construir monumentos, símbolos, organizaciones, obras de arte, enseñanzas, producidos de distinto tipo que alivien la conciencia de un peso milenario y no coyuntural y dejen señales vivas, en esta tierra, hitos que indiquen un horizonte transformador para la humanidad.
En el caso nuestro, tal mandato espiritual es evidente y parece oportuno relatar su tercera manifestación en Jujuy. En el año 71, Silo convocó a un grupo de personas a un nuevo retiro, en este caso en la localidad de Yala. Allí, dos años antes, había intentado dar su arenga que fue impedida por la policía y que hemos recordado en el Jujuy 2.
En ese mismo lugar y posteriormente, sucesivas camadas de jóvenes amigos –provenientes desde distintos puntos del país y de países vecinos, fruto de la expansión de base 1 y 2- ya habían construido, con esfuerzo, una vivienda con paredes de piedra, para albergar grupos de estudios que se congregaban, por dos o tres meses, en campos o bases, según el lenguaje de la época.
Para acceder al predio había que cruzar el río del mismo nombre, a través de un pequeño puente colgante, que había sido construido, igualmente, por los entusiastas partícipes de tales estudios.
Cuando llegó Silo, observó lo hecho y decidió, de inmediato, agrandar las instalaciones para dotar de confort mínimo al lugar. Así, en alrededor de un mes se construyó otra casa, también de piedra; instalaciones sanitarias y accesorios menores con un ritmo vertiginoso que, dicho sea de paso, sirvió para movilizar el cuerpo y refrescar los centros de control.
El encuentro duró unos dos meses y en ese período pasaron tantas cosas significativas, algunas de ellas extrañas y asombrosas –que no van a ser relatadas-, que su enumeración sería demasiado extensa. Estamos hablando de intangibles, de sospechas de un sentido mayor, de estímulos provenientes de la magistratura cuyos resultados y comprensión, en ocasiones, superaban a los mismos integrantes no por falta de interés, sino por los condicionamientos surgidos de los ensueños derivados de las tendencias subjetivas de cada cual.
Dicho de otra manera: en algunos, como por ejemplo en quién esto escribe, la cabeza pesaba como obstáculo cierto para el adecuado entendimiento de los temas propuestos.
Ahora, 37 años después de aquella convocatoria, se hace muy clara la intención del Maestro, su paciencia, su bondad, su modo de insistir –a través de la teoría y de la práctica y casi como un juego- en el develamiento de tales intangibles. Para decir alguno de ellos: los ensueños como compensación estructuradora de la realidad; la luz como origen del universo; las leyes universales; la posibilidad del cambio de cualidad de la sustancia a través de una disciplina (en este caso la alquimia); el funcionamiento de la energía en los fenómenos paranormales, etc.
En los dos o tres años siguientes al retiro en cuestión, el establecimiento del Centro de Trabajo en Córdoba; la aparición de la Mirada Interna y los Cuadernos de Escuela (en particular "La forma pura", "La Religión Interior" y las consideraciones acerca de la experiencia de la fuerza), profundizaron y esclarecieron los temas mencionados los que comenzaron a ser mejor comprendidos por los amigos que se interesaron en ellos.
¡Que días se vivieron en Yala...! Era verdaderamente extraordinario levantarse y acostarse con el acompañamiento del instructor cuya energía e interés, incesantes, se prodigaba y contagiaba a todos - tal cual sucede con el polvo de proyección-, en cada momento y en cada circunstancia. Uno de los partícipes, había traído consigo un simpático perro, Camilo se llamaba, conciencia simple y dispuesta que alegraba a todos y en particular al Maestro, con sus fiestas, saltos y volteretas…
En ocasiones y en las noches –luego de los trabajos propuestos-, el tema del sentimiento religioso se aposentaba en el salón de reuniones y era objeto de distintos tratamientos. No pocos se quedaban intercambiando, hasta la madrugada, en el real significado de la trascendencia, la diferencia entre conciencia y mente y también, el sentido profundo de los monasterios fundados por las grandes religiones.
En el caso de los trabajos de Alquimia que se hicieron, solo puedo decir que quedó en claro la diferencia entre Alquimia y Espagiria; es decir, entre las operaciones mentales y las modificaciones y/o transformación de la sustancia en el laboratorio, modificaciones que, obviamente, la intención de la mente inducía y esperaba con atenta unción.
Una anécdota: un día, en uno de los pasos de la Alquimia material -la Montaña-, hubo necesidad de operar en un crisol con más de 1.000 grados. No había electricidad en Yala ni fuegos adecuados para tal operación. El maestro y tres personas y, en las manos de una de ellas, el crisol de cerámica, cubierto con un paño y sostenido con extremo cuidado, tuvieron que desplazarse a la ciudad, como pasajeros comunes, en el ómnibus urbano.
Aquí, con el permiso de los lectores, voy a relatar el hecho en primera persona: la ciudad de Jujuy tiene distintos niveles, porque es una ciudad escarpada y montañosa que desciende hacia la playa de los ríos que la abrazan. Llegamos a una avenida; cruzamos la calle y comenzamos a descender, en un clima casi mítico, una escalera que nos llevaba a un barrio bajo, donde vivía un viejo herrero con el cual habíamos hecho contacto previamente.
Tocamos la puerta del taller, salió el viejo y dijo -pasen. Le fue explicado que necesitábamos soldadura de altísima temperatura sobre la sustancia que se encontraba en el crisol, con tales y cuales condiciones. Sin demasiadas palabras, el herrero se puso las gafas protectoras -y renegando, como todo viejo-, comenzó con su oficio, sin saber que se trataba de un procedimiento cuidadoso, más que milenario, que seguramente se había repetido, generación tras generación, en otras épocas y países lejanos.
El maestro, con mirada atenta, seguía la operación y daba dos o tres sugerencias. El viejo, sorprendido por lo extraño que resultaban los fuegos sobre un pequeño crisol de cerámica, finalmente terminó su trabajo. Sonriente, dijo "-ya está…" Le dimos unos pesos, le agradecimos y salimos a la calle con una sensación de expansión indescriptible.